02 noviembre 2010

La llave

La busque mucho tiempo, creo que se donde la perdí pero nunca estuve seguro completamente. Era una parte muy importante de mi, tengo que reconocer que añoraba esa parte de mi. Me daba esa chispa que te hace levantare todos los días con fuerza, esa fuerza que te hace pensar en realizar millones de proyectos. La perdí sin darme cuenta, me afecto, era consciente pero nunca lo reconocí. Era la parte del alma que te permite ver el lado bueno a las cosas.

Fui a buscarla a muchos sitios, recorrí los pasos ya andados para ver si la encontraba. Fui a varias oficinas de objetos perdidos preguntando por mi llave. Pero claro, llaves hay muchas y muchas llaves abren a su vez muchas cosas. Recorri las calles en su busca, en algunos sitios me ofrecieron ganzúas para abrir la cerradura. Pero yo estaba obsesionado con mi llave.

Intente abrir la puerta de mil maneras, empujando, forzando, utilizando mil artilugios, pero todo en vano. En el fondo sabía perfectamente que la única solución para poder abrir la puerta era con la llave, esa llave del demonio.

Nunca perdí la esperanza de encontrarla, sabía que sería en el momento menos pensado, la ley de Murphy actúa con demasiada asiduidad. Y ahí estaba la condenada, al cabo de los años estaba en la calle donde solía ir de joven. Estaba en el suelo, dentro de un charco. La vi por el reflejo del sol, no brillaba mucho, pero solo era suciedad. La limpie con la manga y estaba igual que el primer día. Quien podría imaginar que volviendo completamente a los orígenes estaría allí esperándome.

Ahora que la tengo ya puedo abrir esa puerta que ha estado mucho tiempo cerrada. Puerta forjada y cerrada a cal y canto. Seguro que yo mismo me sorprendo de todo lo que hay detrás esperándome.

Ya tengo todo el equipaje que necesitaba para mi viaje. Todo empieza a cuadrar.

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